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in Revista de Psicología (Santiago)
Componentes estratégicos de la psicotecnia y sus proyecciones en el ámbito de la escuela, la fábrica y el mercado laboral (1930-1967)
Resumen:
Este artículo pretende reconstruir los componentes estratégicos del dispositivo psicotécnico y los diferentes ámbitos sociales hacia los cuales se proyectaron sus aplicaciones en Chile entre 1930 y 1967. La noción de dispositivo constituyó una herramienta teórica pertinente para desentrañar la materialidad del discurso psicotécnico, entendiéndolo como una tecnología que participa directamente en la producción y gestión de las relaciones laborales. En este caso se pone en evidencia que el proyecto de la psicotecnia, sobre la base del concepto de “aptitud”, buscó incidir en el control del mercado de trabajo para asegurar el máximo aprovechamiento de las energías disponibles, desplazando de paso a los antiguos mecanismos de reclutamiento basados en la sociabilidad obrera. Para ello la psicotecnia debió articular diferentes intereses y espacios de intervención social, tales como la escuela, la seguridad social y la fábrica. Se concluye que este proyecto solo logró consolidarse a partir de los años 50, cuando los agentes del Estado, el empresariado y los organismos internacionales convergieron en la necesidad de promover los principios de la organización científica del trabajo.
Introducción
Los estudios críticos sobre la historia de la psicología han venido dando cuenta de la manera en que diferentes saberes y tecnologías del sujeto han concurrido para dar respuesta a las diversas problemáticas de la sociedad industrial (Rose, 1996). En el caso de Chile, a pesar del predominio de trabajos de carácter presentista, ha surgido en el último tiempo la preocupación por abordar el papel desempeñado por los saberes “psi” en el ámbito de la educación, la salud pública y la criminología, caracterizando las diversas tramas políticas, sociales y culturales que han acompañado la consolidación del Estado. Como ejemplos de aquello se pueden mencionar los estudios de Leyton (2008), Ruperthuz Honorato (2014) Ruperthuz Honorato y Sánchez Delgado (2015), Vetö (2014), Parra Moreno (2015) y el realizado por Mardones Barrera, Fierro y Salas (2016). Sin embargo, la relación entre los saberes psicológicos y los espacios fabriles ha tenido una menor atención historiográfica, a pesar de la centralidad que adquirieron los discursos sobre el trabajo a lo largo del siglo XX.
En este artículo se pretende reconstruir y analizar algunos de los intentos que se hicieron por proyectar las aplicaciones de la psicología hacia el campo del trabajo y de la industria en Chile entre 1930 y 1967, prefigurando lo que posteriormente se constituiría como psicología del trabajo. Estos esfuerzos corresponden, más concretamente, a la utilización estratégica que el Estado, las instituciones académicas y los sectores empresariales hicieron de los discursos, conocimientos y prácticas de la psicotecnia, a través de los cuales buscaron disputar el control del mercado de trabajo y adecuarlo a las necesidades de la floreciente industria nacional. Para orientar el análisis, la investigación buscó responder las siguientes preguntas: ¿cuáles fueron los componentes estratégicos que definieron el proyecto de la psicotecnia en tanto ciencia del trabajo?, ¿cómo se proyectó en los distintos ámbitos sociales?
Ambas interrogantes se entrelazan, a su vez, con dos supuestos teórico-metodológicos. El primero de ellos resulta de entender las aplicaciones de la psicología como dispositivos, lo que implica que estas no solo constituyen entidades discursivas que movilizan creencias y representaciones, sino que también comportan tecnologías que intervienen estratégicamente sobre los sujetos y sus relaciones, configurando formas de gobierno, control y disciplinamiento (Jägger, 2003). La noción de dispositivo invita a desentrañar, entonces, la materialidad de los saberes, lo que Rose (1996) denominó tehkné de la psicología. Por esa razón, uno de los primeros ejes analíticos consistió en la caracterización del proyecto estratégico de la psicotecnia, identificando sus constructos articuladores, las formas de relación social que prefigura y las operaciones técnicas que se propone para alcanzar su horizonte programático en tanto ciencia aplicada al trabajo.
En segundo lugar, se sostiene que no es posible comprender el despliegue estratégico de los campos disciplinarios sin considerar las diferentes condiciones sociales, políticas e institucionales que operan como contexto de producción, recepción y circulación de los saberes (Bourdieu, 1998). De ello se desprende la necesidad de profundizar en los vínculos que los representantes de la disciplina psicológica debieron establecer con otros actores, identificando las oportunidades, amenazas y desafíos que el contexto del desarrollo industrial chileno le fue planteando al programa psicotécnico. El punto de llegada consiste entonces en relacionar la trayectoria de la psicotecnia con las transformaciones más amplias experimentadas en el ámbito industrial, dando cuenta de sus alcances, limitaciones y proyecciones como ciencia del trabajo y en tanto dispositivo tecnológico orientado a la clasificación y distribución de la fuerza de trabajo.
Método
Para el cumplimiento de los objetivos se utilizaron recursos de análisis propios de la nueva historia intelectual (Di Pasquale, 2011), con los cuales se buscó reconstruir los cambios y continuidades del proyecto psicotécnico a través de una mirada diacrónica y contextual, anclando los procesos de recepción y circulación de los saberes dentro de su marco histórico global y de los ámbitos sociales específicos sobre los cuales intervino. Específicamente, la investigación recogió las orientaciones del análisis histórico del discurso, que de acuerdo con Wodak (2003) “trata de integrar la gran cantidad de conocimiento disponible sobre las fuentes históricas con el trasfondo de los ámbitos social y político” (p. 104).
En ese marco, se revisaron diversas fuentes primarias de carácter documental mediante las cuales se emprendieron dos líneas de análisis interrelacionadas. La primera de ellas refiere a los componentes programático-discursivos del proyecto psicotécnico, caracterizando los imaginarios del trabajo que puso en circulación y los tipos de sujeto que los sustentaron. En cambio, la segunda arista de análisis se desarrolló en torno a los procesos políticos-institucionales bajo los cuales se constituyó la psicotecnia como campo de saber, identificando los agentes implicados en su apropiación, los ámbitos sociales hacia los cuales se proyectaron sus usos, y las redes intelectuales que facilitaron su propagación y validación.
El inicio de la indagatoria se ubicó en 1930, año en el que repercutieron los efectos de la crisis mundial y en el que aparecieron los primeros esfuerzos explícitos por introducir en Chile los principios de la psicotecnia; concluyendo en 1967, con la creación del Servicio Nacional de Empleo y que significó uno de los intentos más completos por parte del Estado por intervenir sobre los flujos del mercado laboral. Entre las fuentes consultadas se incluyeron principalmente publicaciones científicas, memorias de título, documentos gubernamentales y boletines pertenecientes al ámbito académico, estatal y empresarial. La información extraída de estas fuentes se complementó además con la revisión de material bibliográfico relacionado con el contexto nacional e internacional en el que se desplegaron los procesos de industrialización en Chile, lo que permitió articular una narrativa de conjunto que diera cuenta de los desafíos y amenazas que se le presentaron a la psicotecnia para legitimarse como tecnología del trabajo al interior del espacio productivo.
Resultados
Los programas desarrollistas y la recepción de los saberes psicotécnicos en Chile
Los procedimientos de medición psicológica utilizados para la asignación de cargos y ocupaciones comenzaron a adquirir una gran relevancia a partir de la primera guerra mundial. Posteriormente, durante el período de entreguerras, este nuevo campo de aplicación científica tendió a consolidarse y legitimarse entre las principales potencias industriales (Ibarra, 2015; Klappenbach, 2005; Watts, 1999). De esta manera, los buenos resultados obtenidos en el ámbito militar estimularon la confianza en que similares réditos podían proyectarse también para los fines de la industria, proliferando laboratorios e institutos de psicotecnia en países como Alemania, Francia, España y Estados Unidos. En concreto, la psicotecnia constituyó un intento por convertir la tradición experimental de la psicología en una ciencia aplicada, orientando sus esfuerzos hacia la clasificación y evaluación de la fuerza laboral en un contexto de creciente progreso tecnológico y división del trabajo (Di Doménico & Vilanova, 2000; Watts, 1999). Sus principales lineamientos se elaboraron con base en la noción de aptitud, y encontraron su fundamento en los métodos de medición de procesos sensorio-motrices y mentales propios de la psicología experimental. Aquello se combinaba con los planteamientos de Galton en torno a las diferencias individuales (Haidar, 2011), de tal manera que lo que se buscaba era poder discriminar a los individuos de acuerdo con la distancia que existía entre sus capacidades y los parámetros de normalidad establecidos para cada tipo de población.
De este modo, la promesa de la psicotecnia radicaba en la posibilidad de asignar en cada puesto u oficio a los trabajadores que sean más capaces y eficientes de acuerdo con el nuevo espíritu de organización científica del trabajo. Pronto los avances de la psicotecnia también revelaron su utilidad para las labores de consejería que se realizaban en las escuelas públicas europeas, campo que comenzó a ser conocido como orientación profesional (O. P.). Bajo el amparo de los servicios de educación estatales se comenzaron a crear institutos de O. P. en varios países del primer mundo, los cuales se enfocaron en el estudio y elaboración de instrumentos para evaluar las aptitudes e intereses de los estudiantes, orientándolos en la elección de un oficio y facilitando su posterior colocación en el mercado ocupacional (García-Villegas, 1965).
En el caso chileno, estas aplicaciones resultaron tremendamente pertinentes para las pretensiones desarrollistas de la época y fueron vistas con buenos ojos por los gobiernos del Frente Popular, desde finales de los años 1930. En efecto, los shocks externos derivados de la gran depresión mundial habían puesto en evidencia la necesidad de aprovechar y potenciar los factores endógenos, lo que implicaba un mayor estímulo de la industria nacional y una intervención más activa de parte del Estado en todos los asuntos públicos (Bethell, 2002). Sin embargo, la ausencia de un mercado de trabajo consolidado y la falta de mano de obra calificada hicieron tomar conciencia a las autoridades de la necesidad de conducir adecuadamente a los jóvenes hacia la vida profesional, de manera de poder aprovechar de mejor manera sus talentos y capacidades en beneficio del progreso de la nación.
Es así como los planteamientos de la psicotecnia y la O. P. pronto lograron penetrar en las instituciones académicas chilenas, especialmente en las áreas relacionadas con la pedagogía, la medicina y las ciencias jurídicas. A su vez, los debates parlamentarios de la época dejaban traslucir un fuerte cuestionamiento a la enseñanza academicista, así como la necesidad de fortalecer las escuelas industriales y estimular el carácter práctico de los liceos. El mismo presidente Pedro Aguirre Cerda (1933) en su libro titulado El problema industrial había expresado así sus expectativas respecto de esta nueva disciplina científica:
Todos los que se interesan por la buena marcha de la sociedad, tanto las organizaciones patronales como las obreras, deben, pues, facilitar por todos los medios a su alcance las investigaciones que tienen por objeto dar una base sólida a la tecnopsicología … Las consecuencias sociales y económicas de la orientación profesional son, pues, evidentes: mayor eficiencia en calidad y cantidad en la confección de la tarea, agrado en su ejecución, economía de tiempo en tanteos profesionales, disminución de accidentes del trabajo y de descontento social (p. 59).
En otros países de América Latina que habían mostrado un desarrollo industrial incipiente, estas ideas encontraron una gran receptividad, traduciéndose en iniciativas concretas gracias a la llegada de profesionales extranjeros que habían acumulado una vasta experiencia en el campo de la psicotecnia y la O. P. Es el caso de figuras como Emilio Mira y López y Carlos Jesinghaus, quienes fundaron institutos de O. P. en Brasil y Argentina respectivamente, constituyendo un importante foco de irradiación y un verdadero ejemplo de demostración para el resto de la región (Klappenbach, 2005).
En Chile también se habían venido produciendo algunos esfuerzos incipientes en materia de medición psicológica. En 1930, por ejemplo, se fundó un laboratorio de psicotecnia en la Universidad de Concepción (Vargas & Benavente, 1969); mientras que al alero del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile se impartieron cátedras de psicotecnia y orientación profesional (Ansaldo, 2015), y se desarrollaron importantes iniciativas relacionadas con la adaptación y aplicación de pruebas como parte de las actividades del Laboratorio Experimental de Psicología (Andrade & Ossandón, 1970).
Sin embargo, estas experiencias pioneras tuvieron un foco principalmente pedagógico y no tanto en su proyección hacia el mundo del trabajo. Es con la creación del Instituto Central de Psicología en 1941 que se impone formalmente la necesidad de explorar otros campos de aplicación científica, más allá de los intereses estrictamente educativos (Universidad de Chile, 1941), abriendo la oportunidad de volcar los saberes psicológicos acumulados hacia las diferentes preocupaciones sociales de la época, entre ellas los problemas relacionados con el trabajo y el desarrollo industrial.
Muestra de ello es que como parte del proyecto original del instituto se incluyó la creación de un departamento dedicado específicamente al estudio del “trabajo profesional” (Universidad de Chile, 1941). De hecho, Abelardo Iturriaga, su primer director, fue asesorado directamente por Emilio Mira y López en el diseño estratégico del nuevo instituto (Iturriaga, 1944), lo que demuestra la importancia que asumió el programa psicotécnico dentro esta iniciativa y el claro interés por alinearse con lo que se venía haciendo en algunos países del continente.
Desde el ámbito estatal se creó en 1945 el Departamento de Orientación Vocacional, dependiente de la Subsecretaría de Educación (Salas, 1948a), el cual promovió la incorporación de servicios de consejería y orientación a los alumnos de los liceos públicos. En este tipo de servicios generalmente coexistía una gran variedad de procedimientos disciplinarios, de manera que la identificación de las aptitudes del joven solía complementarse con una exhaustiva exploración de su comportamiento, personalidad, intereses personales y condición socioeconómica (Rocabado M., 1948).
Paralelamente a las iniciativas emprendidas en el ámbito de la educación, las autoridades estatales también consideraron que la psicotecnia podía contribuir significativamente al ámbito de la previsión social, introduciendo su aplicación a las labores realizadas por el Gabinete de Psicofisiología del Trabajo de la Caja del Seguro Obrero (Andrade, 1949; Cubillos Leiva, 1961). Este gabinete fue creado en 1940 por iniciativa de los doctores Alfredo Rojas y José Ansola, estableciendo como uno de sus objetivos fundamentales la orientación y selección profesional, o sea, “la investigación de las aptitudes y condiciones psíquicas de los obreros y su buena adaptación al trabajo” (Cubillos Leiva, 1961, p. 18), con lo cual se buscaba prevenir las enfermedades profesionales y accidentes laborales de sus asegurados, pero también recondicionar laboralmente a los “inválidos” y “lisiados”.
Otra aplicación psicotécnica se comenzó a ensayar en el ámbito del transporte y la seguridad vial a partir de 1942, con la creación de un gabinete psicotécnico dependiente de la Dirección General del Tránsito Público (Andrade, 1949). Este gabinete fue implementado y dirigido por el doctor René Bruscher Encina y estuvo orientado principalmente a la selección de conductores y la prevención de accidentes de tránsito, lo que venía probándose con excelentes resultados en países como Alemania y Estados Unidos.
En definitiva, se puede afirmar que, si bien desde principios de siglo se comenzó a explorar científicamente los procesos psicológicos, produciéndose las primeras experiencias orientadas a la medición de las capacidades individuales, es en la década de 1930 y 1940 que estas tecnologías se acoplaron explícitamente a preocupaciones relacionadas con el mundo del trabajo, configurándose el campo de la orientación y selección profesional. Este nuevo campo científico-profesional tuvo que operar en intersección con otros ámbitos de conocimiento como la pedagogía, la medicina y la higiene mental.
Componentes estratégicos en el campo de la orientación y selección profesional
En el apartado anterior se han descrito a grandes rasgos las características del contexto en el que se recepcionaron los discursos de la psicotecnia en Chile, las expectativas que de ella se formaron las autoridades y las primeras relaciones de cooperación que se establecieron entre entidades académicas y gubernamentales para poder implementarla como tecnología. De ello se deprende el interés estratégico de parte del Estado por intervenir directamente en la conformación de un mercado de trabajo nacional sobre la base de criterios científicos. Esto se traducía, por ejemplo, en acciones tendientes a facilitar la continuidad entre las prioridades de la enseñanza y las necesidades del trabajo, encauzando a los “jóvenes desorientados” y corrigiendo con ello las imperfecciones que, producto de creencias irracionales que perviven en el imaginario popular, alteran el natural equilibrio entre la oferta y demanda de mano de obra.
En su memoria para optar al grado de licenciado en Ciencias Jurídicas, Oscar Andrade (1949) había reflexionado en torno a los aspectos económicos y sociales de la orientación profesional, insistiendo en que esta debería “armonizar los intereses individuales en juego con los intereses de la nación” (p. 22). El autor parte de la base de que los agentes que entablan relaciones en el mercado laboral, ya sea comprando o vendiendo fuerza de trabajo, son sujetos racionales que buscan maximizar sus beneficios; pero los jóvenes en edad escolar, por el contrario, poseen un carácter voluble que los hace presa de ideales poco apropiados para su futuro y su bienestar psíquico y material (Andrade, 1949).
El imaginario del joven desorientado es uno de los componentes esenciales del discurso de la O. P., compartido por la mayoría de sus defensores. Al respecto, se sostiene que el adolescente se halla expuesto a las presiones de los padres o a las falsas creencias arraigadas en la tradición local, como lo es la popularizada distinción entre profesiones “honrosas” y “deshonrosas”, tendiendo a sobrevalorar las llamadas profesiones liberales, y a despreciar los oficios o trabajos manuales. En este marco, la O. P. debe “terminar con los prejuicios sociales para que el niño pueda concebir y sentir la nobleza de cualquier u oficio” (Andrade, 1949, p. 4), ya que este tipo de prejuicios producen fuertes trastornos para el progreso tanto de la industria como de los obreros, contribuyendo a saturar la oferta laboral para algunas ocupaciones y a escasearla en otras. En ese contexto, “de nada serviría recomendar al orientado dirija sus pasos hacia tales profesiones, cuando de antemano se sabe que va a encontrar con una dificultad insuperable” (Andrade, 1949, p. 21).
Por otra parte, según los impulsores de la O. P., los acelerados cambios en los métodos de producción y en la organización del trabajo determinan que emerjan nuevos oficios y desaparezcan otros, de tal manera que “el orientador debe conocer o ser capaz de apreciar las tendencias ocupacionales, es decir, las posibilidades de mayor auge de una profesión” (Salas, 1948, p. 26). Todas estas acciones de la O. P. permitirían derribar las aspiraciones formadas bajo fabulaciones erróneas para, según Andrade (1949), “encaminar a las juventudes hacia campos profesionales que doten amplias posibilidades de trabajo y bienestar, lo que consecuentemente contribuirá a destruir este entusiasmo sin razón que adormece sus energías potenciales” (p. 21). Se trata entonces de acomodar los intereses vocacionales a las verdaderas aptitudes de los jóvenes y a la real situación de la industria y del mercado ocupacional. De esta manera, la O. P. “permite pasar de una etapa de manifestación de ideales, lúdicas, irreales a veces, de sus intereses, hacia una etapa de realizaciones prácticas, adaptadas a las circunstancias técnicas y sociales del ejercicio de la profesión” (Cizaletti, 1980, p. 7).
Los defensores de la orientación profesional diferenciaban claramente sus fines, al cual le asignaban un sentido social, de los intereses de la selección profesional, basado en la conveniencia privada. Para ellos la orientación profesional no puede ser una alternativa impuesta por el consejero o por la necesidad de las empresas, sino que debe ser, en última instancia, una elección que respete los intereses y necesidades del orientado (Salas, 1948). Sin embargo, la psicotecnia debería garantizar y reivindicar la capacidad de elección y decisión racional, de manera de que la voluntad personal solo se podía expresar libremente sobre la base del conocimiento objetivo de las aptitudes. Es, por lo tanto, la noción de aptitud la que viabiliza la compatibilidad entre selección y elección, articulando así los intereses de los jóvenes, las escuelas y las empresas en la conformación de un mercado laboral unificado. Como bien expresa el profesor Mariano Rocabado (1948):
…la sensibilidad delicada del adolescente encuentra ahora una agencia a la que tiene oportunidad de recurrir con confianza y espontaneidad máximas; los intereses vocacionales pueden determinarse en función de las aptitudes, necesidades y oportunidades ocupacionales, liberando así al joven de indecisiones y resoluciones precipitadas (p. 23).
Estos son los componentes que trazan las coordenadas estratégicas del dispositivo psicotécnico. Pero estos objetivos debían estar respaldados por constructos, procedimientos y operaciones de carácter técnico que le otorgaran viabilidad y legitimidad en tanto nueva tecnología social. En ese sentido, el análisis del discurso psicotécnico revela que la noción de aptitud porta, efectivamente, la capacidad de articular los saberes psicológicos desplegados en el campo de la orientación y selección profesional. Ello requería suponer que los diferentes rendimientos alcanzados por los individuos en alguna tarea específica se explican por el mayor o menor desarrollo de ciertas capacidades intrínsecas, las que estarían repartidas desigualmente entre la población. En segundo lugar, se asumía que una determinada aptitud, bajo rigurosas condiciones experimentales, podía expresarse de manera relativamente aislada de las demás y de tal modo que no solo lo hace en términos de presencia o ausencia, sino en un determinado grado o nivel, lo que a su vez permitiría la comparación entre el rendimiento alcanzado por el individuo y el estándar normal de la población (Lea-Plaza, 1923).
Además, debía suponerse que los resultados obtenidos por un individuo en una prueba psicotécnica no solo se restringen a dichos reactivos, sino que se pueden generalizar al conjunto amplio de tareas relacionadas. Por supuesto hay aptitudes que tienen un alcance muy acotado y otras que, por su grado de complejidad, se extienden hacia cualquier campo de actividad. De aquello se deriva entonces la distinción entre aptitudes generales –como la inteligencia– y las llamadas aptitudes especiales, asociadas más específicamente a los distintos oficios (Iturriaga, 1948).
Todas estas suposiciones técnicas se fueron transformando en tecnologías de evaluación y clasificación de individuos durante la década de 1940, principalmente en lo que respecta a las capacidades generales, y aprovechando los conocimientos acumulados en el Instituto Pedagógico. La aplicación de una batería de pruebas psicotécnicas permitiría entonces determinar el perfil aptitudinal de cada sujeto, identificando sus fortalezas y limitaciones para el ejercicio de determinadas funciones.
Sin embargo, es el principio de estabilidad lo que sustentaba definitivamente las pretensiones de la orientación profesional. En ese sentido, el discurso psicotécnico debía asumir que las aptitudes se comportan de manera relativamente estable a lo largo de las trayectorias de los individuos, razón por la cual se convierten en excelentes predictores del rendimiento alcanzado en el futuro dentro de una determinado trabajo, oficio o profesión. Esta condición es claramente explicada por Cizaletti (1980) algunos años más tarde:
el comportamiento del individuo permite, en cierta medida, pronosticar su comportamiento futuro, siempre que aceptemos la idea de que existen elementos que poseen cierta constancia en el hombre. Estos elementos llamados aptitudes, serían el producto de factores hereditarios y ambientales. El diagnóstico, por lo tanto, se transforma en pronóstico, y, en lugar de utilizar la prueba solo para completar un diagnóstico se utilizaría como medio de pronóstico, para proyectar el futuro del sujeto, a partir de sus condiciones actuales (p. 9).
El poder predictivo de las aptitudes no podía ser meramente supuesto, sino que debía ser validado por la investigación científica, de manera que los criterios usados para el proceso de orientación coincidan con los que son considerados en el momento de la selección. Ello implicaba que los orientadores, los empleadores y quienes aplican los instrumentos de selección manejen una visión consensuada acerca de los requerimientos necesarios para las distintas ocupaciones (Cizaletti, 1963). Debía imponerse, por lo tanto, una nueva forma de vigilancia sobre el trabajo y nuevas categorías para cualificarlo. De esta manera, para completar su programa estratégico, la psicotecnia debía recurrir necesariamente al análisis del trabajo y a la denominada profesiografía, como se hacía en los países más aventajados. Su método consistía, de acuerdo con Salas (1948b), en una observación rigurosa del oficio que buscaba descomponer el trabajo en sus operaciones unitarias, reorganizar su secuencia de una manera más eficiente y definir los requisitos físicos y mentales que debía poseer el trabajador. Estos tres procedimientos arrojaban entonces una representación del trabajo conocido como profesiograma.
La construcción de un mapa profesiográfico de las ocupaciones en Chile se convirtió en el ideal utópico de la psicotecnia. Contar con un sistema de clasificación de las ocupaciones industriales en Chile se transformó en una de las prioridades del Estado para poder satisfacer las necesidades de orientación profesional, formación y readaptación de los trabajadores (Dirección del Trabajo, 1950). Sin embargo, al entrar en la década de 1950 este anhelo estaba muy lejos de concretarse. Los profesiogramas realizados hasta el momento correspondían principalmente a instituciones de servicio público o bien a profesiones liberales; de manera que durante casi dos décadas se avanzó muy lento en términos de profesiogramas para el sector industrial. Hacia la década de 1960 Iturriaga y Cizaletti (1963b) reconocían que “el problema difícil de resolver en la selección profesional es la carencia de profesiogramas” (p. 140), razón por la cual “los psicotécnicos han insistido en la disparidad de criterio para juzgar el valor de un profesional en la industria” (Iturriaga & Cizaletti, 1963a, p. 117).
El principal obstáculo que el dispositivo psicotécnico debía superar para llevar a cabo su proyecto estratégico estaba supeditado entonces a que este fuera asimilado activamente por el sector empresarial, de tal manera que la organización de los servicios estatales de orientación pudiera proyectarse realmente hacia la colocación de los jóvenes y de los sujetos que pululaban en los márgenes del mercado laboral. Tales dificultades no eran fáciles de revertir: la industria nacional gozaba de una férrea protección estatal (Muñoz Gomá, 1968), lo que de alguna manera eximía a los empresarios de preocuparse por la productividad y la eficiencia. Además de ello, en la mayoría de estas empresas predominaban formas de administración paternalistas, donde las formas de autoridad estaban legitimadas por compromisos personales más que por criterios de organización científica (Barría, 1967). El programa psicotécnico estaba condicionado entonces por las posibilidades de modernización de la empresa chilena.
Hacia la disputa del mercado laboral: proyecciones de la psicotecnia durante 1950 y 1960
Hasta entrados los años 1950 los centros de investigación psicotécnica habían desarrollado escasos vínculos con el sector empresarial y su experiencia en materia de selección y profesiografía era todavía incipiente. Pero a partir de la década siguiente se produjeron importantes cambios. Por ejemplo, de la fusión del antiguo Gabinete de Psicofisiología del Trabajo y del Servicio de Psicotecnia y Orientación Profesional de la Ex Beneficencia nació el Instituto Central de Psicotecnia, entidad dependiente del recién creado Servicio Nacional de Salud y dirigida por el Dr. Luis Cubillos (Cubillos Leiva, 1961). En este centro se elaboraron algunos profesiogramas para la selección de auxiliares de enfermería y otros funcionarios de la salud; y lo mismo se hizo para la selección del personal de Ferrocarriles del Estado y de Carabineros.
En 1949 el Instituto Central de Psicología decidió reforzar su línea de investigación sobre el trabajo, trayendo desde Francia al profesor Jean Cizaletti, experto en psicología industrial que se había desempeñado en el Instituto de Orientación Profesional francés. Durante las décadas posteriores Cizaletti se convertiría en una figura importante para la constitución de la psicología del trabajo en Chile, formando las primeras camadas de psicólogos industriales que se insertaron en las plantas profesionales de las empresas.
Estos antecedentes coincidieron con un período de mayores oportunidades para la psicología en el ámbito del trabajo y del sector fabril. En efecto, es a partir de la medianía de siglo que se comienza a producir una convergencia entre lo que se venía realizando en los laboratorios psicotécnicos y las demandas de parte del empresariado, proceso al que concurrieron tanto factores internos como externos.
En el plano interno, el modelo económico basado en la sustitución de importaciones comenzó a mostrar sus primeras señales de agotamiento (Ahumada, 1957; Pinto Santa Cruz, 1959), lo que hizo tomar conciencia al empresariado nacional de la necesidad de aumentar la productividad del trabajo, retomar el control de los establecimientos industriales y reconstituirse como un actor influyente en los distintos planos de la sociedad (Ortega Martínez, 2017). Paralelamente, como factor externo, Estados Unidos estrenaba su doctrina del buen vecino como política para prevenir el fortalecimiento del comunismo en América Latina. En congruencia con el punto cuarto de la política exterior del presidente Truman, el gobierno norteamericano y otros organismos internacionales desplegaron una serie de iniciativas de cooperación técnica para mantener su influencia política sobre el hemisferio sur (Carvajal, 2014).
En ese contexto, bajo la tutela ideológica y financiera de los Estados Unidos, los gremios empresariales chilenos buscaron imponer un nuevo concepto de empresa. Ello requería de un nuevo cuerpo de conocimientos y la transferencia de nuevas tecnologías de gestión. Es así como desde la década de 1950 se comenzó a articular un movimiento de organización científica del trabajo que operó como plataforma intelectual para promover el intercambio de conocimientos y la coordinación entre las distintas organizaciones empresariales, instituciones estatales y centros de estudio (Ortega Martínez, 2017). En ese marco se fundaron centros como el Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas (Icare), el Servicio de Cooperación Técnica (Sercotec) y el Instituto de Organización y Administración de Empresas (Insora).
La conformación de estas redes le otorgó una mayor legitimidad a la psicotecnia dentro del mundo fabril, tanto porque se comenzó a tomar mayor conciencia sobre la relación entre las aptitudes y la productividad en las industrias, como porque su tradición de rigurosidad científica se acomodaba perfectamente a los principios que este movimiento intentaba propagar entre el empresariado. Como ejemplo de ello, entre los acuerdos de la convención de industrias de 1953, la Sociedad de Fomento Fabril planteó la necesidad de:
recomendar, a través de la Sociedad de Fomento Fabril, a cada industria particular, poner en práctica métodos selectivos y orientadores científicos, tanto para la adición de su personal como para la distribución en la empresa, lo que podría efectuarse por medio de personales idóneo propio de cada industria o solicitando la atención del instituto central de psicotecnia del servicio nacional de salud o de la cátedra de psicotecnia del instituto de psicología de la Universidad de Chile (Revista Industria, 1953, p. 500).
Icare también contribuyó a legitimar entre los industriales la labor realizada por el Instituto de Psicología y del Instituto Central de Psicotecnia, difundiendo sus actividades a través de su boletín mensual (Icare, 1957), invitándolos a exponer los principios de la O. P. en distintas charlas y seminarios para ejecutivos (Icare, 1958), e incorporando derechamente a Jean Cizaletti y Luis Cubillos como parte de su Comité de Investigaciones Científicas (Kibedi, 1968). La visibilidad que fue alcanzando el Instituto Central de Psicología a través de estas actividades contribuyó a que las grandes empresas del sector público y privado comenzaran a demandar servicios de asesoría técnica para sus procesos de selección, reclutamiento y reubicación de su personal. En efecto, a lo largo de los años cincuenta y sesenta Cizaletti y sus colaboradores lograron realizar diversas consultorías para empresas como Phillips, Vestex, Madeco, Bata, Endesa, Socometal, Compañía de Teléfonos, Ferrocarriles del Estado y Embotelladora Andina. Sumado a ello, en 1960 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) le confió un estudio de selección profesional para los postulantes a su programa de formación profesional acelerada (Cizaletti, 1963). Estas experiencias le permitieron a la psicotecnia avanzar en su programa de investigación, especialmente en cuanto al desarrollo de estudios profesiográficos (Cizaletti, 1980). Dichos avances se producían conjuntamente con la creación de departamentos de personal en las grandes empresas y la incorporación de la figura del ingeniero industrial a los espacios fabriles.
En ese mismo período, el Instituto de Orientación Profesional (Iopa), fundado en 1955 por el psicólogo Aldo Ravera, lograba posicionarse como servicio de consultoría empresarial a través de la promoción de Icare (1959); mientras que la Universidad Técnica del Estado creó su propio Departamento de Orientación Profesional desde donde se elaboraron estudios profesiográficos para las carreras técnicas impartidas por esa casa de estudio (Iturriaga, 1966).
De esta manera, la creciente inserción de la psicotecnia en el mundo de la industria permitió una mayor consistencia entre la orientación que se les brindaba a los jóvenes de las escuelas públicas y las pautas de selección que se utilizaban en las empresas. El papel activo del Movimiento de Organización Científica, la mayor cooperación del empresariado local y el asesoramiento de los organismos internacionales sembraron el terreno para perfeccionar las iniciativas estatales destinadas al control racional del mercado laboral. Como ejemplo de lo anterior se pueden mencionar dos importantes proyectos que fueron discutidos durante la década de 1960: el Servicio Nacional de Orientación Vocacional y el Servicio Nacional de Empleo (Sende). El primero debía reemplazar al antiguo departamento del Ministerio de Educación y superar la deuda que este venía arrastrando en cuanto a las posibilidades de colocación. Además, se propuso que el Instituto Central de Psicología colaborara con la labor del servicio a través de la provisión de material psicotécnico y la capacitación del personal. Los lineamientos generales de este proyecto se elaboraron en 1961 con el apoyo de la Unesco y de expertos extranjeros que buscaron replicar el modelo francés, “puesto que este país dispone de los servicios de orientación más estructurados en administración y técnicas de trabajo” (Dubuc, 1964, p. 4).
La otra iniciativa estatal en la que se proyectó el dispositivo psicotécnico fue la creación del Sende, en 1967 (Huneeus Cox, 1970). La idea había surgido en 1951 cuando el gobierno le solicitó asistencia técnica a la OIT y financiamiento para la instalación de un laboratorio psicotécnico (Dirección del Trabajo, 1952). La fundación del Sende respondió a la necesidad de crear una entidad que centralizara y coordinara todas las acciones en materia de empleo. Al respecto, en su memoria de título, Herrera (1962) destaca la importancia de implementar este tipo de servicios como forma de “entregar a la economía local los trabajadores que ésta requiere para su razonable desenvolvimiento y progreso material” (p. 55). Con la creación del Sende el Estado se comprometía con la orientación, formación y colocación profesional de todos los obreros que solicitaran empleo, operando como un mediador frente a los requerimientos de las empresas.
Además, Sende debía brindarle alternativas de inserción laboral a los “sectores especiales de desocupados”, que por razón de sus excepcionales condiciones tienden a ser desplazados del mercado laboral (Aguayo, 1964). Se trataba, por ejemplo, de los menores que han desertado del sistema educativo, de migrantes provenientes del campo, como también de individuos en condición de discapacidad o de ancianidad. Lo mismo ocurre con los trabajadores desocupados cuyos oficios han sido destruidos por la mecanización de faenas y que necesitan ser reorientados hacia una nueva ocupación.
En todas estas iniciativas la psicotecnia seguía constituyendo la principal tecnología de evaluación, intervención y distribución de los sujetos. El Servicio de Empleo, por ejemplo, debía manejar una ficha por cada uno de los solicitantes en la cual se detallaron aspectos de su trayectoria laboral y los resultados obtenidos en las pruebas psicotécnicas; ello antes de emitir cualquier recomendación a los empleadores (Dirección del Trabajo, 1962). En algunos discursos incluso llegó a proponerse que en casos de desocupación prolongada estos procedimientos se consideraran como obligatorios, condicionando la entrega de los beneficios de cesantía al sometimiento del individuo a este tipo de pruebas (Herrera, 1962).
En definitiva, durante los años sesenta la psicotecnia profundizó su presencia en el sistema escolar, logró abrirse paso en el mundo de la industria y se proyectó hacia el ámbito de los servicios estatales de planificación de empleo. Es en este período que la psicotecnia se consolidó como ciencia del trabajo y se perfiló como instrumento estratégico para disputar el control de los mecanismos de reclutamiento e incidir sobre la conformación del mercado de trabajo, entrelazando tres tipos de racionalidades discursivas.
En primer lugar, se trata de una racionalidad de seguridad social, pues los usos de la psicotecnia legitimaban las pretensiones del Estado por consolidar una sociedad de bienestar, en la cual se intentaba garantizar el derecho al empleo y el aprovechamiento de las energías de los grupos sociales más vulnerables, tratando de contrarrestar al mismo tiempo los efectos perjudiciales del maquinismo y la subutilización de la fuerza de trabajo disponible. En ese sentido, el director del Sende, Pablo Huneeus Cox (1970), insistiría en la necesidad de destinar parte de los excedentes de los fondos de cesantía a programas de orientación profesional, capacitación y colocación pues “de este modo el sistema previsional cubriría algo básico para la seguridad y bienestar social: el empleo” (p. 56).
En segundo lugar, este dispositivo responde a una racionalidad económica, pues pretende brindar garantías de eficiencia, productividad y rendimiento para los industriales, previniendo y minimizando los costos que puedan producirse por motivos de desadaptación, accidentes o fallos de parte del trabajador. Al mismo tiempo, pretende promover el ahorro de recursos estatales que resultarían mal invertidos si se destinaran a la formación de individuos “poco aptos”, o si se tuviera que esperar hasta que ejerzan el oficio para poder discriminar a los idóneos de los insuficientes (Iturriaga & Cizaletti, 1963a).
Por último, estamos hablando también de una racionalidad sociocultural, pues implicaba transformar las relaciones sociales bajo las cuales se reclutaba la fuerza laboral, imponiendo la razón de Estado por sobre los mecanismos tradicionales de contratación basados en los mercados familiares de trabajo y en la sociabilidad obrera (Carrillo & Iranzo, 2001).
En ese sentido, en muchos sectores de la manufactura todavía pervivían formas de transmisión intergeneracional del oficio, el cual era percibido más como un patrimonio familiar que como una cuestión de elección vocacional. En otras ramas el reclutamiento estaba controlado por los sindicatos, como la de los panificadores o los zapateros (Aguayo, 1964); mientras que en muchos casos eran los patrones quienes preferían contratar a los mismos familiares de sus obreros, privilegiando la mantención de una mano de obra fidelizada por sobre las cualidades aptitudinales. En ese marco, se comprende que la introducción de métodos psicotécnicos, legitimados por su objetividad científica, venía a romper con formas de relación social que estaban institucionalizadas en las culturas laborales de las industrias, las que pasaron a ser concebidas como poco eficientes y necesarias de ser reconvertidas por el Estado.
Alcances y límites de la psicotecnia (1930-1967)
En los apartados anteriores se han descrito los componentes operativos y estratégicos de lo que ha sido denominado dispositivo psicotécnico. Se puede concluir que la psicotécnica constituyó un entramado discursivo / tecnológico puesto al servicio de estrategias de gubernamentalidad que buscó disputar el control del mercado de trabajo y posicionar al Estado como mediador de las relaciones sociales que intervienen en el proceso de reclutamiento y colocación laboral. Las primeras aplicaciones de estas tecnologías en Chile se remontan hacia finales de la década de 1930 y principios de 1940, en un contexto de preocupación creciente por el desarrollo de la industria nacional y el papel regulador del Estado.
En un plano operativo, la psicotecnia logró recoger los saberes acumulados por la tradición de la psicometría y la psicología experimental, volcándolos hacia la evaluación, clasificación y distribución de la fuerza de trabajo de acuerdo con criterios de eficiencia y productividad. En última instancia, la noción de aptitud fue la punta de lanza de este dispositivo, pues sus atributos de controlabilidad, comparabilidad y estabilidad hacían viable la posibilidad de predicción y orientación de las trayectorias laborales de los sujetos, facilitando los tránsitos hacia los espacios de trabajo.
Desde un plano más diacrónico, se concluye que la psicotecnia debió proyectar sus aplicaciones hacia diferentes ámbitos de intervención social para poder completar su programa estratégico, articulando intereses provenientes del mundo de la escuela, la fábrica y las instituciones estatales de seguridad social. Esta articulación solo pudo consolidarse a partir de la década de 1950 cuando la cooperación del empresariado y los organismos internacionales permitieron mayores avances en términos de construcción de profesiogramas y clasificación ocupacional.
Es necesario aclarar que en este artículo se ha apostado por el concepto de dispositivo para dar cuenta precisamente de las orientaciones estratégicas de la psicotecnia en cuanto tecnología social y construcción discursiva, haciendo hincapié en los fundamentos que le brindaron su especificidad como fenómeno histórico. Sin embargo, lo anterior no debe llevar a concluir que las aplicaciones psicotécnicas se desplegaron de manera homogénea, ya que estas asumieron diversos matices y tonalidades de acuerdo con la forma en que su discurso fue apropiado por diferentes actores. No obstante, se entiende que estas diferencias operaron dentro del marco general al cual se ha hecho referencia y en ningún caso alteran la consistencia programática del dispositivo en cuestión.
También es necesario advertir que la consolidación de la psicotecnia como dispositivo durante el período estudiado apunta a la posibilidad de emprender un conjunto de iniciativas de forma articulada y coherente, pero no significa necesariamente que estas hayan tenido un alcance absoluto. En este sentido, se entiende que la consolidación de la psicotecnia contribuyó a generar un escenario de disputa más que una situación de imposición superestructural.
Por último, es necesario aclarar que la psicotecnia, aplicada a la orientación y selección profesional, constituyó una de las primeras proyecciones de la psicología en el ámbito del trabajo y legitimó la figura del psicólogo industrial en los espacios fabriles. Pero no fue el único afluente que contribuyó a la formación de la psicología del trabajo. Los nuevos problemas relacionados con las relaciones industriales y las influencias mayoístas de los años sesenta pusieron al descubierto los límites de la psicotecnia en tanto dispositivo meramente preventivo, demandando la introducción de nuevos saberes psicológicos y motivando un giro hacia el campo de la psicología social, la administración de empresas e incluso las corrientes humanistas. La entrada en la década de 1960 tendría, por lo tanto, consecuencias contradictorias para la psicotecnia, asignándole un papel relevante en la colocación de los individuos en los puestos de trabajo, pero develando sus limitaciones para operar en el puesto de trabajo mismo. La psicología del trabajo se constituirá entonces como resultado de esta transmutación dialéctica del dispositivo psicotécnico en un contexto de nuevas necesidades e ideologías empresariales, cuya cabal comprensión exige nuevos esfuerzos de investigación histórica.
Resumen:
Introducción
Método
Resultados
Los programas desarrollistas y la recepción de los saberes psicotécnicos en Chile
Componentes estratégicos en el campo de la orientación y selección profesional
Hacia la disputa del mercado laboral: proyecciones de la psicotecnia durante 1950 y 1960
Alcances y límites de la psicotecnia (1930-1967)